2008-03-13

A la Sole la vi pasar...



Tras ver “La soledad” de Jaime Rosales no puedo dejar pasar la oportunidad de escribir unas letras en el Blog… ahora que tengo tiempo.

Animados por la crítica, que en su día a punto estuvo de acercarme a alguna sala a ver esta muestra de cine español, y un poco a la defensiva tras haber visto su anterior trabajo, “Las horas del día”, no cogí ni una chuchería y me dispuse a ver el flin. En “los Goya” la película se había llevado nada más y nada menos que “el mejor director”, “la mejor película” y el “mejor actor revelación” (José Luis Torrijo). Además algunas críticas decían cosas como estas: “Un reparto sobresaliente contribuye a hacer del resultado algo tan inusual que debe ser llamado por su nombre: una obra maestra." (Jordi Costa: Diario El País); "Rosales busca un cine que emana de lo monótono, de la rutina, y trasciende por sí mismo hasta lo excepcional (...)” (E. Rodríguez Marchante: Diario ABC); "Una mirada múltiple que destila autenticidad, emoción y sabiduría, cinematográfica y humana. (...) los actores, sin excepción, mantienen un deslumbrante tono de naturalismo magnético (...) “ (Alberto Bermejo: Diario El Mundo).

Así pues, todo parecía indicar que la cosa merecería la pena. Y ello porque la anterior peli de este director, si bien un tanto coñazo, tenía algo curioso, distinto de lo habitual, en su intento de indagar en la cotidianidad de nuestro mundo modernísimo, individualista y deshumanizado. La monotonía, lentitud y sopor que despedían las secuencias y ambientaciones de “Las horas del día” quedaban, sin embargo, ajustadas a la narración y a la historia de un psicópata que entre asesinato y asesinato dejaba pasar las horas de su anodina, aburrida y constreñida vida, comentando trivialidades, trabajando en una mercería o preparándose un bocata.
Bueno, pues esta nueva peli de Jaime Rosales pretende lo mismo: representación hipercostumbrista (como lo ha definido sabiamente mi Sushi) de la vida aburrida, solitaria e individualista de unos personajes que de coñazo se pasan. Es cierto que algunos chispazos pueden hacernos pensar que el director tiene buen ojo y no menos mejor oído, pero, ¿era necesario ser tan plomo?

A pesar de todo, a pesar de las insufribles dos horas de soberano aburrimiento de cámaras fijas, acción fuera del plano, diálogos aburridos e intrascendentes (aunque quieran representar conversaciones deshumanizadas, casi automáticas), polivisiones inexplicables, como digo, algunas escenas pueden exprimirse y sacar de ellas una crítica a la destrucción de la vida comunitaria, el individualismo deshumanizante y … demasiado rascar, que tampoco es para tanto lo que apenas muestra.

Conclusión: soberano coñazo de película, de personajes y, me convenzo, de director.


Sugerencia: Sushi propone que la próxima peli de Jaime Rosales se llame “No pasan las horas”, y que cuente la historia de un panadero en una panadería, durante un no demasiado caluroso agosto, a la que no entran más que tres personas en toda la peli… de tres horas y cuarto. Le darán todos los Goya.