2008-05-13

Sobre el pan


En TodosConAlas andamos muy contentos, pero también en un grave proceso de recuperación y asimilación de información, tras haber disfrutado ayer de una alucinante jornada universitaria. Jornadas que, dicho sea de paso, íbamos echando en falta.


Ayer, colegas, compañeros, amigos y camaradas, aparte de un importante sector de rivales políticos, pudimos asistir a la proyección del documental “Unser täglich Brot” (Nuestro pan de cada día) en la Facultad de Filosofía de la UCM. Tras el mismo y con la película a la vista, el profesor, maestro, Juan Bautista Fuentes Ortega nos ilustró con una contundente crítica a la llamada “sociedad de consumo”, “sociedad del conocimiento” o “sociedad postindustrial”, también, en plata, al hipermercado productivo del capitalismo triunfante en el que nos parece vivir.


“Nuestro pan de cada día” es un documental de una hora y media de duración, dirigido por Nikolaus Geyrhalter, en el que se muestran los procesos industriales que el mundo supertecnificado actual pone en marcha para la producción de las ingentes cantidades de alimentos que los 6.000 millones de seres humanos que se calcula pueblan la tierra puedan comer. Los procesos, tecnificadísimos, apenas asistidos por los seres humanos, están representados de la forma más aséptica posible, desde una distancia prudencial que permite, aparentemente, al trabajo del director, de algún modo, desaparecer de la película. No hay diálogos, no hay actores, no hay banda sonora, salvo la que producen las máquinas en su eficiente actividad, los animales implicados en ella y algún diálogo ocasional entre trabajadores. Las cámaras que recogen el proceso productivo, las cintas transportadoras, las cortadoras de animales, las cosechadoras, se acompasan al ritmo del trabajo o se instalan en determinados lugares como si formasen una parte formal más de la industria alimentaria. El director, así, parece no enjuiciar lo que filma, sino simplemente mostrar una serie de acontecimientos que están ocurriendo en algún lugar del mundo. Parece querer alejarse con ello de cualesquiera críticas tantas veces trilladas en torno a esta industria o al consumo que se hace de sus productos resultantes. Pero no sólo se aleja de ellas con su planteamiento, sino que las desborda completamente.


El sobrecogimiento que genera el filme nos hace pensar, al poco tiempo de estar viendo las distintas secuencias y escenas que se nos van mostrando, que algo falla, que no estamos ante un mero documental sobre procesos de producción en alguna industria del automóvil o, como es el caso, alimentaria. Lo que falla, lo que sobrecoge, angustia y acaba poniendo los pelos de punta es, como nos explicó JBFO, que en aquellos procesos lo que se manipula no son objetos materiales inanimados, sin alma, sino, al contrario, seres vivientes vegetales y animales. Es en el caso de estos últimos cuando la industria se vuelve a nuestros ojos la más perfecta maquinaria de muerte y destrucción de lo que para entonces han dejado de ser seres vivientes animales, con todo lo que ello implica, para convertirse en simples receptáculos donde se almacenan los nutrientes que el hombre debe extraer para su supervivencia. ¡¡Y vaya si los extraen!! Con precisión racionalista los animales son inseminados, desembarazados de sus crías, clasificados, transportados, colocados, alimentados, engordados y finalmente sacrificados en la cadena de la titánica industria.

Pero, como señalaba JBFO, los hombres “en el pecado llevamos nuestra penitencia”. Junto a las máquinas, los humanos deben trabajar en el tratamiento y producción de los alimentos que consumimos a escala universal. Una parte importante del documental consiste en cómo los humanos están embutidos en los procesos que se describen. Los trabajadores son partes de una gran máquina, capaces de realizar los trabajos de remate de la producción o del mínimo control y seguimiento de las máquinas y de las reservas alimenticias que por ahí van pululando, apoyo del “trabajo duro”, sin que ello quiera decir que su trabajo sea “blando” ni “intelectual”. Al contrario. Las tareas que realizan los trabajadores humanos son escalofriantemente monótonas, deshumanizadas. Los trabajadores humanos parecen ser engranajes, que mantienen las relaciones sociales de producción mínimas e indispensables. Llegan a comer en mesas, que ya no son más que el lugar donde se apoyan los alimentos para no comer en el suelo o junto a los bichos, soporte de los alimentos. Por lo demás los trabajadores apenas si aparecen en la película, acaso como anécdota en el trabajo que realiza la gran máquina. Los hombres también se han convertido en “máquinas animales”, despojados de cualquier fin productivo alejado del puro beneficio económico.


En definitiva, un gran documental y una gran charla y coloquio sobre las cuestiones e ideas implicadas en él. No hablamos de la crítica de Fuentes a lo que vimos y a lo que no se ve, pues eso será el contenido, D. M., de nuestra próxima entrada.

2 comentarios:

A dijo...

Se echaban ya de menos los comentarios de "Todos con alas". Y es recibido este nuevo con máximo agrado por la calidad de su contenido... ¡Gracias!
Lamenté perderme dicha jornada, y más lo lamento ahora tras la lectura de estas líneas. En fin, no se puede estar a todo...

Anónimo dijo...

"Ahora estos recuerdos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir".