2007-12-12

Durango 95


La noche se echaba sobre nosotros cuando circulábamos por una carretera cubana en dirección a Cienfuegos, donde nuestro contacto, el hombre del plan, había organizado una reunión clandestina.


Circular por las carreteras y autopistas cubanas es ciertamente complicado, diría que incluso peligroso. Por la noche los vehículos llevan dadas las largas, y no para fastidiar a los que vienen de frente sino para poder ver a la multitud de vehículos de tracción animal o a los viandantes que pululan por las carreteras. Es normal que se produzcan adelantamientos de camiones, que también transitan, como auténticos amos del parque automovilístico, por esos caminos de Fidel. Todos ellos resultan imprudentes en extremo, pues quién sabe si a la que uno acelera y dobla para rebasar al vehículo que tiene delante le sorprenderá un carrito y su mula o un grupo de cubanitos vendedores de Dios sabe qué.


La conversación sin embargo resultaba amena en nuestro coche, con el hombre del plan explicándonos sus planes y desarrollando interesantes reflexiones sobre el pasado, el presente y el futuro de Cuba y del movimiento que él dirige.


La noche caía, sí, y durante un tiempo incluso cayó la lluvia. La carretera, sin carteles indicadores ni señalización alguna, se confundía entre el humo negro que expulsaban todos y cada uno de los carros cubanos. Los baches también se confundían con los socavones. Y, en fin, el traqueteo llegaba a confundirse con el sonido del motor alimentado por aquella pésima gasolina que allí llaman especial, mezclado con personas, animales y cosas que durante todo el trayecto nos salían al paso. Todo parecía transformarse en una espesa mancha parda hendida a ratos por los haces de luz deslumbrante que los carros nos disparaban a los ojos.


Lo pasamos realmente bien en Cuba, visitando lugares deprimidos por la revolución y desechos por las redes de incomunicación que proporciona la hermosa isla caribeña. Al final, aquí, en España, uno se da cuenta de que a veces eso que llaman libertad también puede tomar la forma de una carretera convenientemente señalizada.

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