2007-07-11

In Memoriam.


Ayer fue el aniversario del secuestro y asesinato del concejal en Ermua del PP Miguel Ángel Blanco. Héroe, mártir y líder nominal del aliento espiritual movimiento cívico-político que hizo sudar al nacionalismo vasco.

En aquellos días de multitudinarias manifestaciones se produjo un cambio de actitud en los ciudadanos españoles del norte, normalmente amedrentados por los nacionalistas, donde el pasotismo se ha convertido en virtud política. Durante aquellos días la gente de bien se echó en masa a la calle y llegó a cercar e incluso en algunos casos a quemar las sedes batasunas, señalaba con dedo acusador a los perros rabiosos filoetarras y la policía autonómica vasca, con la cara al descubierto, tuvo que dar protección a todos aquellos que les llamaban cipayos. Los buenos españoles, mas allá de ideologías y banderías, perdieron el miedo o ganaron en indignación y valor, que a poco es, en esas Españas, casi lo mismo, poniendo en un serio aprieto sobre todo a los del PNV que se vieron obligados al fin a presionar a la ETA para que desistiera en sus métodos, que no en sus pretensiones. Pero como primer objetivo peneuvista estaba el desactivar lo que se denominó “el espíritu de Ermua”. Para lograr su objetivo contó con la ayuda de los pacifistas y cantamañanas, periodistas y políticos principalmente, que, viendo que los ciudadanos salían a la caza del separatista radical vasco, comenzaron a decir que “nosotros no somos como ellos”, al tiempo que aplaudían lemas más lanares como “ETA dispara aquí tienes mi nuca” o “perfomances” con las manos pintadas de blanco.

Fueron esas actitudes pacíficas o no violentas las que determinaron el fin del “espíritu”, pues a las pocas semanas la gente siguió teniendo miedo al entorno etarra y dejó de ofrecer su nuca a ETA para que les disparase, pues sabía que la ETA lo haría. Llevar lazos azules, entonces, se convirtió allí en actos de verdadero heroísmo, pero al poco tiempo también eso se diluyó en la mente de los ciudadanos como se disuelven en nuestra memoria otros productos de la mercadotecnia. Los policías autonómicos volvieron a ponerse el pasamontañas, conscientes de no contar ya con la solidaridad de los buenos frente a los malos y de saber que si les llamaban cipayos en un bar ni un solo parroquiano se pondría de su parte. El amedrentamiento y el dominio de la vida publica y política por parte del nacionalismo tanto radical como moderado volvió a sus quicios, como han vuelto a sus quicios, al lugar que les corresponde, las víctimas, los exiliados y los atemorizados ciudadanos no nacionalistas. No queda nada de ese espíritu harto de estar bajo la bota nacionalista vasca. Todo ha vuelto a su natural y pacífico cauce, mientras con rumiante tranquilidad esperamos que nos den la paz... o la independencia... o lo que quiera que pacten.

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