2007-05-28

En el filo de la navaja.

Tras los resultados de la elecciones autonómicas y municipales celebradas ayer contemplamos, con más preocupación si cabe que hace unos meses, la posibilidad de pactos entre el PSN (Partido Socialista de Navarra) y las fuerzas proanexionistas al País Vasco. En breve plazo sabremos si prosigue el continuose del comenzose del “anschluss” navarro-vasco.

Ni la ley electoral ni las normas político-morales de nuestro estado de derecho dicen nada sobre los pactos postelectorales que olvidan, como se dice tantas veces, la voz de las mayoría haciendo primar el acuerdo de las minorías. Es más, es algo que se ve con aparente normalidad, como parte del juego democrático, como un paso más en la manifestación de la sacrosanta Voluntad Popular.

La voluntad general (“Navarra será lo que los navarros quieran que sea”), que en teoría se expresa mediante el voto en las urnas a través del número de votos que tienen los partidos y que dan el poder o la razón al partido mayoritario, puede ser reinterpretada tras “la fiesta de la democracia” a la luz de los intereses de las minorías coaligadas contra esa mayoría simple que, en principio, ganó las elecciones. Son los pactos postelectorales los que deciden en última instancia, y siempre que no haya una mayoría absoluta que permita gobernar, como se dice en las esferas políticas, a golpe de rodillo, qué partes del cuerpo electoral están conchabadas para administrar las diferentes entidades políticas según unos intereses que no tienen por qué figurar en sus programas electorales.

En el caso de Navarra está aún por ver si realmente el Partido Socialista, como vienen señalando algunos, tiene todo atado para formar una coalición con Nafarroa Bai que permitiera ir acelerando el paso de la anexión de Navarra al País Vasco. Tendrían que ser cuidadosos en este proceso pues una mayoría simple de navarros parece que no están de acuerdo con la anexión. Aunque ello tampoco es preocupante pues otra mayoría simple parece estar a favor o al menos no se encuentra en posición de reclamarle a su opción política el error de interpretación que realizan con su voto. Se pone de manifiesto así lo que pensaban algunos clásicos de la democracia, que la presunta libertad con la que los ciudadanos eligen a sus representantes desaparece en el momento en que éstos comienza a ejercer su poder.

Navarra se ha convertido en la piedra de toque de un proceso que en realidad puede generalizarse por toda España, máxime en aquellos lugares en los que los partidos regionalistas, nacionalistas o separatistas pueden formar coaliciones postelectorales de gobierno con aquellos partidos políticos que estén dispuestos a conceder lo que pidiesen aún a costa de sus programas electorales. Los electores nada podrían hacer hasta las próximas elecciones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Navarra foral y españiola!