2007-06-25


Últimamente no hago más que ver pelis del enormemente grande John Ford. De todas las películas que he visto de este director imprescindible la que más me ha gustado siempre es “El hombre tranquilo”. Aunque ella no desmerece otras como “El hombre que mató a Liberty Valance” o “Las uvas de la ira”. Es precisamente esta última la que tiene un fondo muy parecido a la última película que he visto de este director: “Qué verde era mi valle”.
“Qué verde era mi valle” nos cuenta la historia de una orgullosa familia de mineros galeses a través los recuerdos del miembro más joven, que en el momento en que abandona el valle, siendo ya adulto, rememora melancólicamente sus años en aquel lugar dedicado a la minería. Las escenas deliciosas de los mineros subiendo la calle que les lleva al trabajo del que se sienten orgullosos y afanosos profesionales o bajando de la mina de regreso a sus casas se acompañan con las voces de éstos. El canto de los mineros es una constante en la película, una forma más de la vida en un valle en el que las relaciones familiares y comunales se irán viendo rotas por las necesidades productivas de la mina y sus patronos. Poco a poco, al quedarse sin trabajo, los hijos irán abandonando el hogar, desperdigándose por el mundo. Al drama de la emigración forzosa le siguen las tragedias cotidianas a las que los distintos miembros de la familia se van haciendo con sorprendente resignación, como si ellos no supiesen de depresiones ni tratamientos psicológicos. A pesar de la aspereza del trabajo en la mina y de los conflictos sociolaborales, los Morgan afrontan la vida con firmeza y generosidad, abriendo barriles de cerveza y celebrando con sus vecinos siempre que se presenta una buena ocasión para hacerlo. La película es digna de ser vista por la defensa de los valores tradicionales, del trabajo, de la familia y de la comunidad como lugares en los que se desarrolla el genuino bien moral. Destacamos la Educación en Valores para la Ciudadanía que los Morgan nos pueden dar a día de hoy: desde como comportarse en una discusión familiar a cómo hay que desarrollar un diálogo constructivo con los abusones del colegio. Pero también en el comportamiento con los enfermos, el uso y administración del dinero, el apoyo en y de los vecinos o la bendita resignación que cobra su auténtico sentido en esta fenomenal película, lejos de las manipulaciones viciosas que los chupópteros de subvenciones hacen habitualmente de la misma.
Una delicia recomendada en su día por el señor X, al que agradecemos obviamente la mesma.

La película es de 1941, dirigida por John Ford, con un guión de Philip Dunne basado en la novela de Richard Llewellyn. Se llevó cinco oscar: mejor película, director, actor secundario (Donald Crisp), fotografía y decoración. La música es de Alfred Newman.

La mula que tanto nos gusta ofrece más de un archivo de la misma que podemos descargar con toda comodidad para alegría nuestra y desespero de la PutaSGAE.

6 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Xacinto dijo...

Benquerido amigo:

tienes toda la razón: John Ford es una de las cosas más grandes que ha parido madre. Podría dar muchas razones, pero me basta con una: sus películas dan ganas de vivir.
Poco a poco, me voy dando cuenta de que ésa es la clave de todo arte excelso: contar historias que hagan de cada nuevo día, un regalo digno de dioses.

Unha aperta forte e...

¡Opa, Racing!

Anónimo dijo...

¡Todo el puto día hablando de coches!

Tetra Brik dijo...

�Qu� lejos los tiempos en que li�bamos cigarros de estudiante a la salida de clase! Entonces habl�bamos de "Enemigo a las puertas" y "Blacjoc derribado" y hac�amos planes para provocar una revuelta o revolver la facultad.

Ahora que tienes novia formal y una hipoteca, ves pel�culas familiares y hablamos de las ventajas del matrimonio y el establecimiento de la comunidad; pronto, de la educaci�n de los hijos (ya ver�s).

Constato el cambio y me parece normal. Llega la �poca del Lenguaje Nuevo, que dec�a Kipling, y Mowgli tiene que volver al poblado de la "flor roja" (el fuego, el hogar).

Pinchete dijo...

Y eso que aún no tenemos la melancolía por la juvenud perdida...

Gabriel María dijo...

Si dices "blanco", el color negro me viene a la cabeza. Ahora que hablamos tanto de la comunidad, me viene a mientes "La llamada de la serlva", de Jack London.

Utilizando animales (los perros de trineo), Jack London nos plantea una situación social en la que por la dureza del clima y las costumbres (la fiebre del oro), el individuo se ve obligado a valerse por sus propios medios o perecer. Sin atacar el valor de la comunidad -exalta, de hecho, la amistad-, resalta los valores propios del hombre fuerte.

Una frase podría resumir todo el libro: "El perdón quedaba relegado para climas más cálidos".

Un abrazo y mucho ánimo con esta estupenda bitácora.