2007-06-04

A vueltas con los riñones.

Hace unos días fue revelado el montaje que la cadena de televisión holandesa BNN y de la productora Endemol junto con el resto de actores implicados en el asunto, había maquinado en torno al programa de TV “El gran show del donante”. Nosotros nos hicimos eco de la noticia, del escándalo que se formó a propósito de la emisión de este programa, por las implicaciones morales que creíamos que la noticia contenía y que nosotros apuntábamos: la inmoralidad que para nosotros supone el sorteo o venta de órganos en una suerte de subasta pública basada en las pujas o en los méritos, nos parece que principalmente afectivos, de los enfermos aspirantes a hacerse con el riñón que estaba “en el aire” (en realidad dentro de una supuesta enferma terminal). El hecho de que finalmente el programa, el objetivo del programa, la subasta del órgano, se haya revelado falso no resta, creemos, ni una pizca de materia moral a la cuestión. A pesar de haber sido sustituido este objetivo por otro, del que ahora hablaremos, no resta carga moral a la cosa. Así, la carga de inmoralidad que contiene la propuesta de que tres necesitados de un órgano compitiesen por él en un plató de televisión acompañados por las opiniones del público asistente y de los telespectadores, que a través de los mensajes de sms colaboraban en crear una opinión que venciese la balanza a favor de uno respecto de los otros aspirantes, no queda sustituida, una vez se desvelan los verdaderos objetivos, por la presunta moralidad de que todo tuviera como fin concienciar a la ciudadanía de la necesidad de la donación de órganos y de la solidaridad con los enfermos. El programa se emitió bajo los primeros presupuestos y las consecuencias hay que medirlas en ese sentido y no en función de los resultados o fines, sean morales, sean inmorales, que los organizadores del montaje tenían en un principio en mente.

Este asunto nos lleva en primer lugar a la distinción entre los finis operis y los finis operantis. Los primeros son los fines objetivos que se logran en una determinada acción, mientras que los segundos son los fines subjetivos que el operador de la acción se marca como objetivo. Y es esta una distinción muy útil cuando pensamos en el refrán español que dice que el infierno está empedrado de buenas intenciones, mientras que el cielo lo está de obras. Un buen fin, un objetivo de un alto valor moral, por ejemplo el fin de la paz en un territorio asolado por el chantaje terrorista, puede tener como consecuencia objetiva el excarcelar asesinos y ceder a sus repugnantes pretensiones. De este modo podemos conseguir el objetivo subjetivo que nos hemos planteado, si éste es finalmente logrado, que no tiene por qué y para ello sirve también la distinción, pero a costa de una serie de resultados que también deberemos tener en cuenta y que no deberán ser obviados en aras del fin planteado en principio o por pura imprudencia política. Otra cuestión que deberíamos observar es la del papel que ha jugado la televisión, no sólo el aparato sino todo lo que le rodea, como los productores, publicistas, mecanismos tecnológicos que permiten la votación “en tiempo real” del público telespectador, en la consecución del verdadero fin, la concienciación de la ciudadanía y de su solidaridad para con los enfermos a la espera de una donación de un órgano vital para ellos. Un papel que tiene mucho que ver con la fabricación de las apariencias necesarias para crear un clima cómodo a los intereses buscados. La enferma donante resultó ser al final del programa, justo en el momento en que debía decidir a quien iba a dar su órgano, una actriz que representaba un papel, resultó ser una falsa enferma; los enfermos aspirantes al órgano resultaron ser aspirantes falsos, aunque fueran verdaderos enfermos.

Pero, sin duda, la principal cuestión estribará en decir por qué este asunto huele a podrido, por qué atufa a inmoralidad. Lo que nos parece más repugnante de este caso son los medios empleados de concienciación o de adoctrinamiento, la farsa del concurso y el montaje de la mentira; pero también y sobre todo el fin, el mercadeo de órganos que se alimenta con ello, disfrando éste con los ropajes de la Solidaridad. También nos llama la atención la colaboración lanar de los telespectadores, pues el programa ha resultado ser un rotundo éxito, en un concurso de subasta pública de órganos humanos, y esto es lo inmoral, pues esas cosas no se hacen. A pesar de todo, nada nuevo bajo el sol. Esas cosas están a la orden del día, fomentadas en muchas ocasiones por el propio “ente televisivo”. Pensemos en aquel programa sobre “las niñas chinas” que disparó las solicitudes de adopciones internacionales y que metió a España en el mercado global de la adopción internacional, con rotundo éxito por cierto (¿y si hubiese sido también un montaje?). Salvamos a una niña, o a un enfermo, pero qué precio (moral) estamos pagando por ello es lo que debería hacer recapacitar a los ideólogos de estos programas. A no ser, claro, que los verdaderos fines de los productores del concurso en cuestión sigan ocultos, ahora tras los velos de la solidaridad, siendo, tal vez, aquellos que tienen que ver con niveles de audiencia y cuotas de mercado.

Aquí sólo podemos apuntar hacia algunos de los asuntos que creemos están implicados en el “timo solidario” en que se ha convertido el programa de los riñones. Animamos a aquellos que quieran abundar en los caminos apuntados o en otros que tal vez sean más adecuados a que nos manden sus escritos y sugerencias a todos con alas.
El Consejo de Redacción.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo animaría a subastar órganos genitales de tamaño desusado (por lo grande)entre los lectores de esta página.

Un saludo.

Gabriel María dijo...

Estoy de acuerdo contigo en que el destape de la farsa no constituye en modo alguno una coartada (por más solidarias que pretenda ser) o exonera un ápice a los productores.

1brazo.

Anónimo dijo...

¡Ah! Y al que presuma de no necesitarlo, le convertimos en donante.

Anónimo dijo...

Sr. Emilio:

Le agradeceríamos que se abstuviese de hacer propuestas absurdas, comentarios soeces, así como de extender falsedades sobre el tamaño de los genitales de los miembros de este sitio.

De cualquier modo le emplazamos a que predique con el ejemplo y done usted primero si es que tiene lo que hay que donar, obviamente.

La Dirección Facultada

Anónimo dijo...

Pues en SecondLife puedes comprar organos genitales y todo lo que quieras (puedes comprarte un pene y unos senos gordos de colores)... y todo es legal.

Creo que el de IU después del mitín compró algo pero se niega a contar el qué.